El PSOE en la encrucijada

«No me compares con Dios sino con la alternativa» ya no será suficiente nunca más para los socialistas porque los ciudadanos mirarán a derecha e izquierda y se preguntarán que a quiénes se están refiriendo

“No me compares con Dios [el todopoderoso] sino con la alternativa”. La frase del vicepresidente demócrata Joe Biden sintetiza en gran medida la campaña de reelección de Barack Obama en 2012, una estrategia que trataba de minimizar la decepción de aquellos que pensaron que tendría capacidad de cambiar de un plumazo las desigualdades crecientes de su país y otros aspectos como el culto y libre acceso a las armas. Una frase que va más allá de una campaña puntual porque resume la esencia del bipartidismo tan arraigado en EEUU: no soy perfecto pero el otro es peor. La frase esgrimida por Biden es fácilmente extrapolable a otros países en los que el bipartidismo ha funcionado regularmente como sistema pendular de estabilidad, de hecho tiene su origen en la política canadiense muchos años antes de que la recogiera Biden.

Hay diferencias obvias entre invadir Irak o presionar a Irán, entre acosar a inmigrantes ilegales arraigados en el país o regularizarlos, entre satanizar el matrimonio homosexual o bendecirlo… Son diferencias que cualquier estadounidense medio puede apreciar, por mucho que Obama sea un líder descafeinado para muchos -¿quién podía sospechar que los enfrentamientos raciales serían su principal problema?-. Pero sobre todo existe una diferencia clave: la economía. Porque lo que se ha dirimido entre republicanos y demócratas en los últimos años es si el Estado se limitaba a salvar la banca con miles de millones públicos como pretendían los primeros o se iba más allá y también se emprendían, con la complicidad de la FED, planes de estímulo. Estos planes expansivos no han sido tan ambiciosos como los que defienden voces como Krugman, pero en cualquier caso el paro en EEUU estaba en el 4,8% en 2007, el año de la explosión financiera, y a pesar de todo apenas ha subido un punto, y sin el incremento de la inflación y de la deuda (un problema que arrastran desde Reagan) que auguraban los republicanos. Sobran las palabras ante lo que ha pasado en Europa -al menos en el sur- y ahora con siete años de retraso la austera Comisión Europea lanza nimios planes de inversión mientras Alemania insiste en la necesidad de ahondar en las reformas estructurales.

Al PSOE le fue suficiente durante mucho tiempo ganar por goleada la comparación con su alternativa, pero tras los recortes de 2010 ya no basta y lo saben. Mientras Pedro Sánchez se esfuerza por marcar diferencias con el PP, escora su discurso a la izquierda e intenta desmarcarse del “poder económico”, los de Rajoy, supuestamente preocupados por un colapso socialista, les lanzan cantos de sirena para que se estrellen en los escollos de la “gran coalición”, por la que suspiran también grandes empresas. Resulta sorprendente que quien lleva años degradando el discurso político y aplazando los problemas de fondo con el simplismo de ‘ellos arruinan el país y nosotros lo salvamos’ -¿cómo se puede decir tal cosa por cierto con el aumento de deuda pública durante la legislatura y con los alarmantes niveles de paro?- luego les tienda la mano como si tal cosa. Pero más sorprendente sería que los socialistas lo aceptaran mientras las bases miran con pavor el ofrecimiento. El nuevo PSOE niega hasta tres veces el abrazo del oso y reniega de la reforma del artículo 135 de la Constitución mientras Zapatero pone al mal tiempo buena cara, pero el malestar interno existe.

“No me compares con Dios sino con la alternativa” ya no podrá ser esgrimido por los socialistas, porque los ciudadanos mirarán a derecha e izquierda y se preguntarán que a qué alternativa se están refiriendo, no solo por el auge de los de Pablo Iglesias sino también porque IU está lejos de decir su última palabra, y menos ahora que Podemos diluye el discurso para no asustar y pierde la virginidad aceleradamente a golpes mediáticos tras una efímera luna de miel -aunque periodistas como Inda o Rojo les atacaron absurdamente desde el primer minuto-.

La estrategia del ‘otro es peor’ será sin embargo y curiosamente la boya a la que intentará aferrarse el PP para después de haber incumplido en todo, alarmar con que cualquier opción diferente a ellos será siempre un desastre mayor. Será el eslogan de moda en 2015. Todos quieren diferenciarse del de la otra orilla, pero esa estrategia solo llevará a la derecha en volandas. Al resto les toca buscar semejanzas, les guste o no, y no solo para copiarse los programas y disputarse asesores. IU y Podemos están obligados a entenderse por encima de egos y purismos, no se comprendería que no fuera así. Pedro Sánchez tiene más alternativas pero una de ellas es el botón de autodestrucción del partido, una posibilidad que tampoco espanta a quienes aspiran a quedarse con la bandera de una socialdemocracia más ambiciosa.

En cualquier caso la cuestión de fondo sigue siendo la misma que en 2010, y no solo para el PSOE, sino también para Podemos e IU cuando aspiran a mancharse con los sillones del Gobierno central. ¿Cómo articular las alternativas económicas que permiten por ejemplo a Obama ser diferente de los republicanos cuando aquí hemos cedido los espacios de soberanía económica?

Publicado originalmente en El Plural el 4 de diciembre de 2014

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