De rebeldía, compromiso y escapismo

Me viene a la cabeza la discusión entre Miguel Mihura y Álvaro de la Iglesia sobre si los lectores necesitaban más que les hablaran de mundos fantásticos y sueños para evadirse o del precio de las legumbres. Son mundos inseparables.

“¡Ya me han politizado a la jaca!”, denunciaba alarmado un señorito sobre un equino doliente directamente sacado del Guernica de Picasso. Era una viñeta de El Roto correspondiente a los últimos días de La Codorniz, publicada durante los primeros y convulsos días de miedos y enormes expectativas de la transición. La propia revista satírica concluía su exitosa andadura de cuatro décadas para dar paso a su hijo Hermano Lobo, una revista más acorde a su tiempo y por cierto bastante pesimista. Lejos quedaban aquellos enfrentamientos entre Miguel Mihura y Álvaro de la Iglesia, el fundador de La Codorniz y su ‘heredero’ al frente de la misma respectivamente, en torno a si había que limitarse a hacer humor escapista “para inventar un mundo nuevo, irreal y fantástico” con el que evadirse de las miserias cotidianas o también debían denunciar la subida del precio de las legumbres. Ambos tenían razón, y las cartas públicas que se intercambiaron, por el lirismo del primero y el compromiso del segundo, harían enrojecer de vergüenza a esos directores y exdirectores de grandes medios que a día de hoy dirimen también públicamente sus disputas de ego, dinero y poder.

En los años en los que España vivía a crédito se diluyeron los enfrentamientos políticos y se sustituyeron por sucedáneos de confrontación de orden moral en línea con el contexto mundial de ese supuesto fin de las ideologías en el Occidente posterior a la caída del muro de Berlín. Ahora que toca pagar las deudas se redescubre aquello de que la economía va de la asignación de recursos escasos y unos ponen la mano y otros tienen que llenarla. Así que las jacas andan encabritadas todo el día, las grandes cadenas compiten con tertulias políticas en horarios de privilegio e incluso en el prime-time de los sábados por la noche han conseguido desplazar al fútbol. Como contrapunto a esta efervescencia política y más allá de las alarmas de todos aquellos que temen que les muevan del sillón en vez de tender puentes surgen también signos de saturación y nuevas poses apolíticas de aquellos que creen que situarse fuera de lo que está pasando con actitud de indiferencia, burla o desprecio les sitúa en una dimensión superior.

En su extraordinario retablo de La condición humana Malraux retrata toda una galería de revolucionarios y contrarrevolucionarios, de sus motivaciones y de sus hipotecas, y muestra a un dandi que huye con una traición pero también con la plena culpabilidad de no pertenecer al lado de los que luchan por cambiar las cosas. Y Camus en El hombre rebelde diserta sobre las bases en común de la rebeldía metafísica y de la material y nos enseña a los dandis y a los surrealistas como una tipología propia, rebeldes también hermanos de los revolucionarios políticos pero de mundos diferentes. Ahora que las revoluciones se basan en el marketing y en la comunicación han perdido épica, pero eso que hemos ganado todos alejando sombras de violencia, aunque violencia es también la amenaza constante de los ‘mercados’ para coartar cualquier cambio significativo. Pero los que más épica han perdido son esos presuntos indiferentes burlescos de hoy que aspiran al dandismo y señalan y ríen sin ningún sentimiento de culpa, no como el de Malreaux, y se muestran siempre más próximos a hacer panegíricos a las aristócratas “rebeldes” que de esforzarse por entender las raíces de los conflictos de nuestro mundo.

El periodista vive preso de su vocación de contar sin más lo que pasa a su alrededor como ‘notario’ junto a la pulsión de participar como cualquier ciudadano a la hora de transformar todo aquello que cree injusto, pero también haciendo equilibrios para no dejarse llevar por la pasión y mantener un sano escepticismo y la distancia necesaria ante el poder, cualquier poder. Difícil. A nivel personal hay muchas maneras de rebelarse, el hecho de sobrevivir e intentar construir una familia en un mundo vertiginoso y siempre incierto sobre todo en lo laboral puede ser una de ellas. Viene un niño y quisiera ser un poco Mihura y De la Iglesia para él, darle humor y poesía pero también patatas, uvas, queso, viajes, cultura, alimento al fin y al cabo… La trampa de Mihura es que antes de abogar por el escapismo del mundo gris del franquismo en el que vivía combatió propagandísticamente en la trinchera del bando ‘nacional’ con La Metralleta. Quizá fuera un rebelde y un dandi genial incapaz de aceptar que se equivocó de bando, en cualquier caso fue un privilegiado que disfrutó del escapismo como opción mientras otros estaban obligados a pensar en el precio de las legumbres. No sé muy bien de qué va esta cruzada y soy consciente de que este artículo es un poco confuso, pero Ana amor, espero que más que pensar en qué podremos enseñarle él nos ayudará a entender en qué consiste toda esta revolución en el hogar y fuera de él, porque para el común de los mortales no hay micromundos, ni refugios, ni repúblicas independientes con banderas de paraísos fiscales en una sociedad insostenible.

Publicado originalmente en El Plural el 20 de noviembre de 2014

 

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