La decadente ‘New Age’ de la derecha española

El espíritu gamberro y pretendidamente transgresor de la derecha española resulta clave para abordar su propaganda, un asunto que da para mucho más que una sencilla y breve columna. Pero a raíz de uno de los últimos y más desesperados intentos de un columnista conservador por elevar el listón de la provocación –el de Arcadi Espada frivolizando con los emigrantes que se ahogan y atacando a Luis García Montero– volví a recordar esa paradoja por la cual medios que hacen exaltación de ‘valores’ acogen a firmas del tipo Salvador Sostres o Fernando Sánchez Dragó.

Porque la derecha que lleva décadas negando los conflictos materiales de la cruda economía y apelando a supuestas decadencias morales con raíces difusas en el 68 recurre luego a contertulios y periodistas que dan chirriantes espectáculos de malas formas y laxitud desde plataformas moralistas. Resulta difícil entender como un espectador entrado en años y de valores tradicionales puede estar viendo 13TV o escuchando la COPE o Intereconomía –cadenas que asumieron la cruzada de Ratzinger contra el “relativismo”– para toparse de lleno con tertulianos que parecen sacados de las caricaturas más grotescas de la New Age. Comunicadores que presumen de ingesta de fármacos, insisten en que tuvieron una juventud muy salvaje y alardean de sexualidad compulsiva en el pasado o en el presente, a veces bordeando la apología de la pederastia o la fantasía difamatoria –como aquel articulista que dio a entender que había somodizado en su juventud a una socialista que era fácilmente identificable en el contexto-. Exhiben también lemas pseudoespirituales que harían las delicias de cualquier extinta comuna hippie californiana.

Pero si su presencia resulta asumible en esas plataformas debe ser por sus desaforados ataques a la vertebración social del Estado o a la sindicación, un fin por el que las voces del catolicismo cívico parecen perfectamente dispuestas a pagar el precio de lo que según ellos es amoral, marcando perfectamente sus preferencias. Eternamente proclamando que van a la contra, esos comunicadores llevan toda la vida luchando al lado del poder pero no creen que eso les reste mérito, al contrario, porque no pretenden cambiar realidades sino derrotar fantasmas. Su enemigo es el ‘consenso’ socialdemócrata, cuya mera existencia conceptual perturba sus orgías mediáticas.

Estamos en la víspera de la dictadura del proletariado, es obvio, quién detente el poder es indiferente, todo es cuestión de símbolos. Renunciarán a la ética, pero nunca a cierta estética derrotista. Los neocon patrios también presumen de haber transitado de la izquierda a la derecha con todo su bagaje cultural y ahora exhiben la amoralidad -esa que se empeñan en endosar a la ‘progresía’- como espectáculo para sus nuevos dueños. Todavía piensan que ir pasados de vueltas es lo más ‘cool’. No saben que ahora lo que más se lleva es intentar sobrevivir y no hay margen ni ganas para tonterías.